Cada generación tiene sus características, producto de sus circunstancias y entorno social que les toca afrontar. Así como se ha dicho que los millennials, en general, rechazan la idea de adquirir su propia vivienda o de ahorrar para el retiro, las encuestas han arrojado que sus predecesores, los centennials, son diferentes y desean unas finanzas personales más en orden, con menor deuda e independencia económica.
Se trata de l@s jóvenes que apenas ingresan al mercado laboral con una edad de entre 19 y 25 años, momento en el cual deben decidir cómo gastarán su dinero y administrarán sus recursos, sobre todo en un mundo que está envuelto en una inflación e incertidumbre.
1.- El primer reto es evitar sucumbir ante el consumismo y la frustración. A esta generación le ha tocado lidiar con una enorme competencia. El famoso bono poblacional que se supone conduciría a la abundancia por el mayor número de personas en edad de trabajar, se ha visto limitado en el ámbito de la reactivación, pero no así en la cantidad de quienes buscan una misma posición. De hecho, reportan elevados índices de ansiedad laboral.
A diferencia de otras generaciones, se vive con una gran tentación de gastar y endeudarse. Hay un rápido acceso a los bienes de lujo ya una “buena vida”; si no se dan cuenta terminan sin ahorros y con exceso de crédito.
2.- En consecuencia, es necesario contar con paciencia y perseverancia con el fin de acumular un patrimonio que les ayude a alcanzar sus objetivos de mediano y largo plazo. Lo anterior, implica tener un ahorro por encima de lo habitual y ser analíticos en cuanto a qué destinar el dinero y en dónde situar los recursos para que sus rendimientos logren tener una ganancia real.
3.- Significa hacer un esfuerzo de planeación en términos de encontrar la estrategia para cristalizar sus sueños. Es fundamental entender que el “yo” joven, es el mismo que el maduro y el anciano. Están construyendo solvencia para todas las etapas de la vida.
4.- También existen aspectos positivos; al ser nativos digitales tienen la ventaja de aprovechar la revolución de la información para preparar y, con ello, tomar mejores decisiones. Además, la “economía compartida” permite altas posibilidades de generar ingresos y opciones de inversión.
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