En una conferencia en la que ha respondido a preguntas de otros médicos, Wang ha valorado que en “una o dos semanas” llegarán muchos casos graves y que los hospitales deben prepararse. Aconsejó a sus colegas que vayan incrementando las camas UCI y la disponibilidad de ventiladores mecánicos. En su opinión, la situación va a ser muy dura hasta finales de enero y no se normalizará hasta marzo.
Lo difícil será cuantificar el tamaño de este tsunami. Se ha reducido el número de prueba que se realiza al abandonar los cribados masivos. Ahora muchas personas con síntomas se hacen los test en casa. Incluso las cifras de muertos son una referencia parcial. La Comisión Nacional de Salud de China ha aclarado que sólo entra en las estadísticas de mortalidad de los contagiados por covid que fallecen como consecuencia directa de un fallo respiratorio. Quedan fuera las personas que tienen comorbilidades, como sucede con la mayor parte de personas ancianas, las principales víctimas de la enfermedad.
A falta de datos, lo más elocuente son las imágenes de colas en los hospitales, las farmacias y los crematorios, con los testimonios de algunos trabajadores que aseguran a los corresponsales extranjeros que tienen el doble y, en algunos casos, hasta el triple de trabajo de lo habitual. Según la agencia Reuters, el teléfono de emergencias de Pekín está atendiendo 30.000 llamadas al día relacionado con la covid. En Guangzhou se ha llamado de vuelta al trabajo a 960 médicos jubilados. Desde algunos hospitales se ha pedido que la gente sólo acuda si sus síntomas son graves, para evitar la saturación de los centros.
Sin estrategia tras el covid cero
Pero la sensación es que China ha pasado de la estrategia de covid cero a una situación de cero estrategia. Mientras los sanitarios ya avisan de una situación límite y se difunden imágenes de hospitales y clínicas llenas de pacientes, varios gobiernos locales, como los de Guizhou, Wuhu o Chongquing, han emitido instrucciones esta misma semana para que las personas contagiadas que no estén graves vayan a trabajar. En esta última ciudad tienen un hospital para cuarentenas masivas que ahora no saben como utilizar porque ya no está en vigor esta medida y sin embargo los sanitarios avisan de que “la atencion primaria ha explotado”no sólo por la cantidad de pacientes sino también porque cerca de la mitad de los médicos y enfermeras están sobreviniendo.
Las autoridades parecen centradas en revertir el efecto que ha tenido en la economía el mantenimiento de las restricciones durante tanto tiempo y no parece haber un plan B ante la situación resultante, que es la de la falta de mano de obra en diferentes sectores por la cantidad de trabajadores contagiosos.
Tampoco se planificó la necesidad de mejorar la vacunación de las personas de más edad antes de terminar con las medidas del covid cero. Sólo el 60,5% de los mayores de sesenta años dosis tienen de refuerzo y en esta franja de la población la tercera dosis puede ser importante, sobre todo si, como algunos estudios han apuntado, las vacunas chinas son algo menos eficaces que las administradas en occidente. Hay que recordar que las vacunas están diseñadas, precisamente, para evitar que se desarrolle una covid grave y reduzca la mortalidad.
La política de covid cero, abanderada por el presidente Xi Jinping hasta que las tensiones sociales y economicas se volvieron peligrosas, fue puesta como ejemplo de la gestión China de la pandemia frente al “caos de Occidente”. La narrativa vino a fortalecer la idea del Estado chino basada en el orden, la autoridad, la seguridad y la visión a largo plazo. Ahora es precisamente esa capacidad de pensar más allá de lo inmediato lo que queda puesto en cuestión.
El New York Times destacaba esta semana que ahora las autoridades chinas están tratando de obtener vacunas y medicamentos occidentales, después de haberlas menospreciado. Algunos expertos creen que los contagios se propagan ahora con mayor rapidez que en ningún otro momento de la pandemia. La inmunidad entre la población es reducida porque gracias a la covid cero ha habido relativamente pocos contagios después de la primera ola de hace tres años.