La formación, la educación y la cultura promueven el desarrollo personal a largo plazo. Aportan recursos que influyen positivamente en la toma de decisiones, en la planificación del futuro y en la calidad de vida. Por tanto, la ampliación del conocimiento y la práctica de nuevas habilidades promueven el crecimiento individual. el sable, analizado como un proceso que se amplía constantementeconecta con nuevos objetivos.
Pues bien, más allá de la visión individual, la educación es un motor esencial de la sociedad: fortalece el bien común. Por este motivo, la educación social es una titulación con un alto valor humanista que resulta fundamental en un contexto de incertidumbre. Los profesionales que cursan este itinerario adquieren herramientas y medios para crear estrategias de intervención adaptadas a las necesidades de diferentes grupos. Es decir, ponen en marcha iniciativas y proyectos que tienen un fin pedagógico. Cada iniciativa se crea a partir de un diagnóstico anterior.
El aprendizaje y el desarrollo del conocimiento no solo se contextualizan en aquellas experiencias que se alinean con la educación formal y académica. Los planos realizados en el tiempo libre también pueden marcar la diferencia en el presente de una persona. Por ejemplo, la participación en propuestas culturales aporta nuevas perspectivas y puntos de vista.
En ese caso, la persona no solo disfruta con una experiencia enriquecedora, además nutre su mundo interior por medio del contacto con la belleza. Los beneficios experimentados van más allá del ámbito intelectual o racional: el proceso influye positivamente en el plano vivencial, emocional y afectivo. De hecho, los proyectos de educación social ponen el acento en la comunicación, las relaciones sociales y la participación en un grupo cohesionado.
Las propias circunstancias personales o familiares pueden facilitar la experiencia de la formación y el contacto con la vida cultural. Pero también existen situaciones de vulnerabilidad que incrementan el nivel de dificultad en el acceso a nuevas oportunidades. Los profesionales que estudian educación social acompañan a adultos y niños que, por medio de su implicación en proyectos perfectamente planificados, desarrolla su potencial.
Las acciones desarrolladas pueden alinearse con diferentes objetivos. Por ejemplo, algunos educadores sociales trabajan en proyectos de educación y acompañamiento a personas mayores. Por ejemplo, elaboren medidas positivas para prevenir y evitar el edadismo que sintetiza aquellos gestos y formas de comunicación que tienden a infantilidad a quienes ya han superado los 80 años. Frente a los diferentes tipos de sobreprotección, que pueden llegar a condicionar la capacidad de decisión del protagonista, la educación social potencia una forma de relación que se alinea con el respeto al otro.
El edadismo, que todavía es visible en la sociedad, muestra una imagen desdibujada del proceso de envejecimiento o de la vida más allá de la jubilación. Por ello, los proyectos de educación social aportan nuevos recursos para corregir los prejuicios y estereotipos sobre la edad.
La educación social también se implica en el cumplimiento de objetivos sostenibles. Es decir, orienta a personas de diferentes edades en el cuidado y la proteccion de los recursos naturales. Además, la educación social también aporta nuevas oportunidades de aprendizaje orientado al desarrollo profesional y la búsqueda de empleo.
Los proyectos de intervención social no solo requieren de una planificación y una estrategia práctica. Además, están acompañados por un seguimiento personalizado. De este modo, es posible evaluar el impacto significativo que la iniciativa ha causado en cada persona. Por tanto, existen grupos que se enfrentan a una realidad compleja en su día a día. Se encuentran en una posición de desigualdad que limita el acceso a oportunidades que promueven el bienestar. Por esta razón, los proyectos de educación social que se dirigen a personas de diferentes edades abren nuevas puertas.